22.7.05

Aeropuerto

Barajas ayer: pasillos llenos, equipaje de mano, viajes en los rostros, idas, venidas, chanclas y pantalones piratas, collares, pulseras en los pies, trajes, corbatas, baños sucios, el tránsito, el extraño dolor de cabeza que me dejan los aviones, y siempre, siempre la escala en Barajas, pongan por favor vuelos directos, de un lado a otro, pero sin pasar por Barajas, siempre, una y otra vez; despegando en Barajas, quince aviones antes que el nuestro, hasta descubro las líneas aéreas de Israel (y nos colamos), subidas y bajadas de presión, las sonrisas al entrar, que te den caramelos no periódicos esto no es bunisses class (cúantas eses), el piloto inexperto, demasiadas maniobras de aproximación y aterrizaje brusco, hizo mucho ruido, ¿qué cómo lo sé?, porque he cogido doce aviones en los últimos días, y España se me estira, y no se dónde me despierto a veces, entonces en el alambre, eso, acróbata, anestesiado por el viaje, por las nubes por encima de las montañas, por el desierto que sobrevolamos al cruzar Castilla y no digo nada de Valencia, y por fin, en unos minutos, vacaciones, bájate del mundo, para, cambia las gafas, recupera tus discos, los libros, la gozosa sensación de no volver éste lunes al trabajo y apagar el teléfono, y quemarme quizás en no sé que playa acabaré esta vez, sólo me gusta bañarme en el mar, medusas, mosquitos, el calor del asfalto, el tiempo que se estira, las tardes de verano, el sueño.